lunes, 26 de enero de 2009

DE DÓNDE VENIMOS...

Han de ser ya muchos años que leí o escuché de alguien, tampoco recuerdo dónde, que en síntesis histórica, las instancias del conocimiento humano se resumen en estas cinco: mito, magia, religión, filosofía y ciencia... Digo síntesis histórica, para comprender que no se trata de secuencia histórica. Síntesis, en tanto han quedado precisas a lo largo del tiempo y no se reconocen otras. Instancias, en cuanto a vías o posibilidades dadas. No se trata, pues, de dejar establecido que a lo largo de la historia esas hayan sido las etapas de acceso al conocimiento. En primer lugar, porque nunca quedó relegada una por otra, y en segundo lugar porque al presente, como siempre ocurrió, todas ellas siguen vigentes. Es decir, los seres humanos de hoy siguen accediendo o aceptando el conocimiento por las mismas instancias. Aún cuando nadie duda de los extraordinarios avances en el desarrollo del pensamiento filosófico y el de la ciencia, hay incontables personas que se aferran a postulados o "explicaciones" deducidos del mito y la magia. Asimismo, con una preeminencia que se comprende y se respeta como es debido, el pensamiento religioso prevalece en la conciencia de muchos seres humanos, sin distingo de credos, y sólo encuentran explicación a todo lo que es, existe y sucede a partir de dogmas. Esas "verdades" que se aceptan por fe.
En ese sentido, al preguntarnos "de dónde venimos", la religión católica nos dará todas las respuestas necesarias según los contenidos bíblicos, mientras la ciencia nos llevará de la teoría del big-bang a la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin. Para entonces habremos tenido que abstraer miles de millones de años, muy lejos de llegar a la temporalidad actual y sin poder dilucidar con certeza por qué somos como somos y "de dónde venimos...".
Para no sentir que vamos en precipitación hacia uno de esos agujeros negros que todo lo consumen y se acaben nuestros días antes de lo que suponemos, me apresuro a decir que el interés por estas conjeturas acerca de nuestra procedencia no se refieren ni al origen de la vida por la vida misma, ni a poner a prueba la validez de lo que diga la religión ni la exactitud probada de la ciencia. Es algo menos complejo y más próximo a nuestra vida, pero igualmente importante y hasta imprescindible para comprendernos mejor y ubicarnos en el proceso evolutivo del ser humano, no tanto como especie, sino como integrante de un sistema familiar. Dicho en otras palabras, la búsqueda de nuestro origen en secuencia inversa. Quiere decir, en una regresión a los ancestros, por el camino de la genealogía.
¿Puede ser importante o interesante? Para qué o para quién...
Tratándose del propósito de conocer nuestra procedencia, no dudo que es importante. Tratándose de una manera de saber los factores que hayan conformado nuestra naturaleza como tal, nuestra identidad y las características que para bien o para mal son comunes a la estirpe a la que pertenecemos, tampoco dudo que la incursión en el pasado, en nuestra genealogía, deje de ser algo interesante. Es más: viéndonos como sujetos integrantes a un mismo sistema familiar, es posible advertir aquellos elementos o rasgos que nos son comunes y por lo mismo conforman nuetra identidad y nos ayudan a tomar una mejor consciencia del sentido de pertenencia a que nos obligan. No somos seres aislados ni autónomos en tiempo y espacio. Nuestro tiempo vital se circunscribe a un ámbito geográfico y a un ámbito histórico. Antes de nosotros hubo alguien, mucho más que alguien, en una urdimbre de relaciones que son nuestros antepasados, ligados consanguíneamente, por costrumbres, por tradición, por apellidos y por genomas.

No hay comentarios: