Sin duda alguna, los hábitos de las personas cambian y siempre habrán de cambiar. Aquellos tiempos en que la vida era mucho más hogareña que ahora, eso de salir a la calle, más allá de lo necesario estaba muy mal visto. O se decía que alguien andaba callejeando, con una muy clara inflexión despectiva, o sencillamente andaba de vago o perdiendo el tiempo. Para nada alguna noción de vivencia al aire libre o gusto por la libertad y la paz de nuestras calles y plazas tan acogedoras. En poco tiempo, tan solo con el surgimiento de los "centros comerciales", no sólo nos hemos hecho más vagos, sino más consumistas. Al extremo de adquirir, con toda la previsible compulsión por la compra medida por mercadólogos y demás, muchos artículos o servicios que no son una prioridad pero nos cautivan por diversas razones o sinrazones. Allá vemos, y allá vamos muchas veces, tanta gente que ambula por espacios implementados con toda la tecnología a efecto de destacar lo que se ofrece, llamar nuestra atención y lograr que compremos lo que nos quieren vender.
Desde el punto de vista de alguien que disfruta esa tecnología, yo disfruto esos recorridos por los centros comerciales, advirtiendo todos los recursos de que hacen uso. Ahí el mobiliario, la decoración, la iluminación, el montaje para muestra de los productos o servicios, la música ambiental, la pintura de paredes y cuanto objeto está instalado, la atención del personal, con su belleza física y su uniforme y sus gracias en la comunicación... En fin, cada "local comercial" y todos ellos como pequeños universos donde todo se resume en una sencilla ecuación: ofrecer para vender o más real y drásticamente vender y comprar.
Una visión sociológica, antropológica y hasta filosófica del comportamiento de los seres humanos constituidos en clientes potenciales puede enriquecer nuestra visión de lo que es el comportamiento humano hoy en día, en un importante sector de la población. Ese que quiere, puede o está impelido para el consumo, o aquella gran mayoría que va y viene ante la inmensa expectativa de lo que se le ofrece, pero sin tener capacidad alguna de compra, en su gran mayoría. No importando edades,extracción social, procedencia, profesión u oficio...
Conscientes de la situación, cada vez más errática y más crítica, y asumiendo uno sus propias expectativas y limitaciones, allá voy con mis entusiasmos pero sin la compulsión por verlo todo y desearlo todo. No. Creo tener desde mucho tiempo atrás, quizá desde muy joven y hasta desde niño, predilección por todo aquello que tiene un valor estético, que corresponde a la creatividad humana por los caminos del arte, y en ese sentido me deslumbra y me atrae poderosamente, siempre y en todo lugar, el universo de la literatura, de la música, de las artes visuales... De todas las manifestaciones del arte, para ser exactos y exhaustivos...
Es así cómo, en ese maremagnum que es un centro comercial, mientras la gran mayoría va por zapatos, juguetes, joyería, decoración y trastos de cocina, por ejemplo, yo voy con todo entusiasmo y emoción por los reductos donde se vende libros, por ejempló... Para mí una librería significa el cónclave del pensamiento, de la palabra escrita, de todo cuanto puede llegar a nosotros impreso sobre un papel o en otros registros, siempre y cuando nos trasladan las ideas, los testimonios, los sueños, la ficción o la realidad para que nos pasemos con recato y en silencio un tiempo que nos permitirá hacer nuestro el legado de seres humanos distantes de nosotros en tiempo y espacio, línea a línea, imagen tras imagen...
Ah, las librerías... Las de nuevos y las de usados... Aquellas viejas librerías donde atendía gente que comúnmente ni sabía lo que vendía ni le interesaba saber qué buscábamos. Aquellas librerías con sus libros distantes del comprador, mostrador de por medio, en que a una solicitud nuestra había pocas respuestas y ningún comentario: hay o no hay y si hay vale tanto... Como si fuera una venta de granos, de zapatos o un aserradero, o de repuestos para carros... Daba exactamente lo mismo.
Los centros comerciales de hoy, en su ímpetu arquitectónico y decorativo, han propiciado que los libros y toda publicación por medios impresos, luzcan sus atractivos y destaquen sus valores intrínsecos, con el prestigio de sus autores, el interés por sus temas y sus títulos, y la calidad de su prooducción como objetos que se portan y se manipulan. El libro no sólo es un conjunto de páginas impresas que se leen, sino un objeto tecnológicamente elaborado, diseñado con todos los recursos del código mercadológico y, objeto al fin, "capaz" de provocarnos lúdicamente para que esté siempre con nosotros, en esa caricia de nuestras manos que lo portan frente a nuestros ojos. El libro debe ser un objeto, si no sagrado, al menos consagrado. Por ser testimonio de vida de la humanidad, como legado de vida a toda la humanidad, hoy y siempre...
Librerías, libros y libreros constituyen una de las más fiables evidencias del desarrollo de los pueblos. Hay lugares donde no hay librerías. Eso dice mucho... Hay lugares en los que tras las paredes exteriores con su rótulo de Librería, hay apenas una venta de útiles escolares... Hay librerías en las que casi no hay libros y los que hay no corresponden ni a un criterio de selección ni corresponden a la necesidad de sus posibles compradores. Y hay librerías cuyos laborantes no podrán ostentar jamás el calificativo de libreros. Menos el título profesional de esa especialidad. Recuerdo haber encontrado libreros en diversos países que tienen tal erudición que uno se queda asombrado. Más allá de saber autores y títulos de las obras, así como editoriales o precios, saben el contenido de los libros. No lo que dicen las solapas, sino lo que dice la obra entera, pues tuvieron la disciplina y el gusto de leerlos. Y hay en esas librerías varios de estos personajes, cada uno de ellos especializados en varios temas. De manera que puede llegar la diversidad de personas que demandan asesorías específicas para sus lecturas, que casi siempre encontrarán alguien que se refiera a obras, autores y editoriales con conocimiento exacto de lo que trata la demanda de un cliente.
lunes, 16 de marzo de 2009
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