viernes, 3 de abril de 2009

SER Y PARECER...

Un amigo mío me llamó esta noche para decirme que en una radio local se leyó el día de ayer una carta en la que se criticaban algunas participaciones públicas mías y se hacía ciertos comentarios punzantes, obviamente con el ánimo de desacreditarme. Subrayo la condición de amigo de quien me llamó, sin agregarle ningún calificativo o adverbio que remarque esa condición. Para mí un amigo lo es sin condición alguna. Y ese amigo fue lo suficientemente responsable como para advertirme de la perversidad de la carta. Y sí califico de perversidad la intención de esa carta, pues fue hecha llegar de manera anónima. No quiero criticar a la persona responsable del programa haberle dado un espacio a un anónimo, pues un vistazo a la ética en la comunicación social podrá precisar si ha de concederse derecho o no a alguien que no tiene la entereza y la dignidad de emitir su opinión con nombre propio y bajo su estricta responsabilidad. Creo que un anónimo está descalificado éticamente, pero lo cierto es que en este caso esa persona carente de entereza y dignidad tuvo la oportunidad de hacer pública su opinión descalificadora respecto a mí.
Por el contrario, con pleno derecho a solicitar la correspondiente aclaración pública de mi parte, procederé a la gestión del caso a la espera de dar a conocer mis puntos de vista respecto al anónimo. Y digo puntos de vista, pues un anónimo no merece el respeto que merecería un documento con el respaldo moral que le otorga la identificación plena de quien tiene algo que decir en contra mía o cuestionar algún proceder de mi parte.
Dicho lo anterior, aprovecho la coyuntura para que este lamentable hecho, provocado por alguien carente de entereza y dignidad para identificarse, pueda resultarme de alguna manera edificante y entonces reflexiono acerca del porqué de actitudes mezquinas como esa de ocultar disentimiento, desagrado, rencor, envidia o lo que sea de una persona anónima, respecto a otra que como yo no tiene nada que ocultar. Y parto de considerar mi posición o mi parecer respecto al individuo que se oculta mezquinamente en el anonimato. Como le he dicho muchas veces en conversaciones privadas y en comunicación pública, reconozco con la normalidad que deben asumir los seres concientes, que no soy perfecto en ningún sentido y que como seres frágiles, falibles y finitos que somos, no pretendo ni saber la verdad absoluta de nada, ni de ser grato y oportuno en todo cuanto haga, respecto a la consideración y parecer de los demás.
Si yo fuera un ser irrelevante en la comunidad donde nací, vivo y me proyecto, con toda seguridad no merecería crítica o censura alguna. Pero ha de resultar incómoda mi presencia y proyección que al menos un individuo ha querido atacarme arteramente y ha aprovechado la cobarde máscara del anonimato para lanzarme sus agresiones.

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