Estas han sido largas horas de un pesar silencioso. Desde que anoche, en mi consabida consulta a las noticias internacionales antes del sueño, me enteré que el gran poeta uruguayo había concluido su vida terrena, no he dejado de tener fija su imagen en mi memoria, así como algunos versos o líneas de su prosa y noticias relevantes de su vida intensa... Un pesar silencioso... Una lamentación profunda y tan extensa como la distancia geográfica entre Guatemala y el Uruguay... Una resignada congoja, ante la imposibilidad de ser testigos presenciales de ese protocolo consagratorio que le rinde su Patria y su Pueblo, esa Patria y ese Pueblo que siempre supieron enaltecerlo, salvando su obra y su prestigio de las asechanzas malignas de los gobiernos trituradores de la paz y el bienestar social que lo persiguieron durante muchos años...
Amanecí muy triste por su muerte, pero consolado por la convicción que su tránsito le llevará por siempre como uno de los nombres que el habla hispana habrá aportado a la universalidad de las letras durante el Siglo XX. Cómo disfruto el recuerdo de la primera lectura que hice de una obra suya. Esa pequeña novela que me arrobó desde su primera línea y que he llevado como una manera ejemplar del uso del lenguaje con la maestría de un gran creador. "La tregua", sin más rebuscamientos en el título. Pero qué legado literario y qué dimensión humana a través de las palabras. Tanto me encantó por su valor testimonial como por su valor creativo, que siempre que alguien me dice que quiere leer algo que yo esté seguro que puede gustarle, no dudo en recomendarle esa lectura. Y al día de hoy creo que no he fallado. Porque Benedetti es accesible y depende de cada quién para llevar a una mayor hondura la intención poética y el esplendor de su prosa.
Mario Benedetti ocupa hoy, como lo ha ocupado durante largas décadas, la primera plana de todas las publicaciones noticiosas, a reserva que poco a poco vayan apareciendo artículos, crónicas, ensayos y testimonios diversos, por no decir múltiples, de quienes se sienten necesitados de decir lo que este inmenso uruguayo ha sido para las letras contemporáneas y para la vida de lectores comunes y los del ejercicio intelectual profesional. Ha llegado la hora, ciertamente, de compartir públicamente el valor de su aporte, la pena por su muerte física y la emoción por su destino memorable.
Para todo autor como Benedetti, la mejor muestra de homenaje y agradecimiehto por su legado es leer su obra y por lo mismo incentivar a otros para que lo lean. Como siempre sucede y resulta inevitable, la noticia de su muerte será para muchos la revelación de su existencia y el punto de partida para atender la curiosidad por saber algo de "ese personaje que dicen que era famoso como poeta, novelista, cuentista, ensayista y mucho más, que dicen que murió apenas ayer...". Pues qué nos queda... Honrarlo siempre y motivar a otros para que se enriquezcan con su legado y también se unan al coro hispanoamericano que cante alabanzas por la grandeza de ese universo de palabras que ahora tenemos en nuestras manos, páginas tras páginas, que construyó durante los ochenta y ocho años de su vida, desde ese Montevideo que hoy viste de luto por el protocolo de su muerte.
Mientras, desde esta tierra de otras grandezas del legado literario como Miguel Ángel Asturias, Tito Monterroso o Luís Cardoza y Aragón, hablando de las letras contemporáneas, antes de conciliarme con el sueño recorro al azar unas líneas de uno de tantos de sus sus libros. Y me resulta más que revelador la coincidencia con el título: "El porvenir de mi pasado"... Y así, con ese pesar silencioso que vivo desde que supe de su enfermedad claudicante, a contrapunto con una emocionada gratitud que en su nombre tiene el mejor emblema de su propia grandeza, pronuncio una oración al viento: !MARIO BENEDETTI, por siempre!
lunes, 18 de mayo de 2009
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