Este día ha sido agobiante. Estoy urgido de ir a descansar. Hace mucho que no me sentía tan necesitado de reposo. El agobio no es sólo físico, sino afectivo y de conciencia. Por eso, en este ejercicio por guardar una reflexión diaria sobre lo que es y existe, que intrínsecamente se refiere a mí y a mi existencia, hoy me surge la impetuosa necesidad por clarificar mi pensamiento respecto a algunos defectos humanos. No sólo como parte de un proceso de autodepuración, sino casi que a manera de catarsis. Al ponerme en esa especie de sintonía conmigo mismo, en esa actitud de íntima disposición para precisar el orden de las ideas y precisar la manera de expresarlas, he experimentado una reacción muy reveladora: se han fijado en mi mente esos dos o tres defectos que me resultan los más abominables y por lo mismo los que me causan el mayor escozor y padecimiento.
Y aún siendo tan pocos, apenas dos o tres, entre ellos veo cómo de una manera tan críptica también se establece una jerarquía. Del más repudiable al menos repudiable entre ellos, sin dejar de ser totalmente repudiables en conjunto. Considero más que necesario este preámbulo, para plantear el contexto de mi denuncia, pero no me tardo más para señalar ese que me parece el primer gran defecto: LA DESLEALTAD... Y me apresuro a decir que no me refiero para nada a cuestiones cívicas o afectivas. Voy a lo más profundo.
miércoles, 8 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario