...1 de enero del 2009... Amanezco tarde... Las consecuencias del desvelo de anoche, esperando las doce horas, entre una multitud. El desgano me causa una inmovilidad tal, que me hace difícil reaccionar para ocuparme de todo aquello que implica un nuevo día... En un momento pienso que quizá hubiera sido bueno despertarme temprano, fresco y vivaz como le dije a una amiga en un mensaje por celular cuando nos saludamos ayer mismo con motivo del fin de año... Pero de inmediato reparo y vuelvo a confirmarme, como siempre lo digo, que los hubiera no existen... Así es que contengo cualquier sentimiento de culpa, cualquier primera falla en los propósitos que nos gusta precisar cuando comienza un nuevo año, y me reconcilio conmigo mismo y con el gusto de estar en la cama, a la espera de ese recóndito detonador que me impulse a la acción.
Llega la señal... Me pongo las pantuflas, camino unos pasos hacia el baño, me miro ante el espejo y reconozco que de alguna manera soy y no soy el mismo... A mis años cualquiera podría lamentarse del semblante que me observo: despeinado, de un día sin rasurar, con la palidez de la somnolencia todavía sobre la piel, una mirada entre autocomprensiva y resignada. Porque, efectivamente, cuando uno está ante uno mismo como en ese instante, nada podemos ocultarnos y nada puede falsear nuestra apreciación por lo que observamos: la realidad de cómo somos y lo que expresamos en un determinado momento, tal cual la perciben los demás, con la abrumadora diferencia que nosotros nos vemos reconociendo en la mirada o en el mínimo gesto que advertimos, deliberado o no, lo que hay en nuestro ser a través de la hondura de la mirada, en la que percibimos con absoluta sinceridad lo que produce nuestro pensamiento, nuestra emoción, nuestra inquietud o nuestro misterio, esa insondable naturaleza nuestra que tiene claves para desentrañar y quizá interpretar o conocer todo lo que habita nuestro ser, que también quizá sólo nosotros podamos conocer... Quizá...
Se inicia un nuevo año, de esa manera convencional con la que desde hace relativamente pocos siglos en el devenir de la humanidad se realiza el cómputo del tiempo. Convencional porque todo calendario es una convención, según los cálculos de las civilizaciones y las culturas que los han formulado, y convencional si nos remitimos a las circunstancias en las que cada sociedad lo asume. Esto quiere decir, según las condiciones míticas, religiosas, filosóficas o científicas que cada sociedad asuma para precisar el significado y la trascendencia del final de un año y el consecuente principio de otro... Nunca he dejado de creer que el ser humano está perdido en la universalidad del tiempo...
Corren las horas de este nuevo día, el primero del año 2009, y no me afano en reflexionar. No. Desde que me levanto cumplo con mis exigencias vitales de todo tipo: las fisiológicas, las higiénicas, las alimenticias, y a medida que abandono esos procedimientos inevitables, me voy ocupando de lo que me resulta más satisfactorio y gozoso. Voy gustando de la compañía, la caricia y los juegos de La Nena, esa Labradora que me acompaña con el encanto de su naturaleza desde hace cuatro años y medio; del Cutete, esa dininuta mezcla de perro chihuahua con no sé qué, que ha venido a parar a la casa porque es un fastidio por sus atrabiliarias inquetudes para cierta familia...; los esquivos y meticulosos gatos que son testimonio vivo del misterio terrenal y merecen mucho que decir de ellos, y ese dúo de canarios cuyo canto hace juegos con el aire y la luz de la mañana que sigue su curso.
Hace dos días fui con Silvia, la amiga que nos ayuda en los quehaceres de la casa, de visita por un vivero. Quería comprarme algunas plantas. De esas de poco follaje, siempre verdes y que siempre están floreadas. Mi predilección son los rosales de esos que llaman "beibis". De flores diminutas y numerosas, en las que hay una gran variedad por la diversidad de sus colores y matices, y la estructura de sus pétalos, tan perfectos y delicados. Creo que son plantas que pasan un poco inadvertidas pues exigen una atención minuciosa. De otra manera sería difícil apreciar tanta belleza en tan mínimas dimensiones. Pensé que algo significativo que podía ocuparme este primer día del año sería sembrar estas plantas adorables, y así lo hice. Me llevó unas horas plácidas plantarlas en el mejor lugar que se me ocurrió. Ahora pasarán su primera noche en sus respectivas macetas, delicadamente compuestas con su tierra fresca y acomodadas en un lugar principal del jardín de la casa.
Estas son instancias en mis ocupaciones, y, como tales, tienen su temporalidad. Así que comienzo a buscar algo más en mí y fuera de mí, que me haga "vivir feliz". A estas alturas, repito la expresión, ya no me pierdo en las posibilidades. Así que sin más recurro a aquello que pueda, al menos, hacerme "sentir mejor", a lo que más podría agradarme y, entre lo que ya sé que me gusta, recurro a la lectura. Oportunamente, por cualquier lugar de la casa hay periódicos, libros y revistas... Así que es cosa de establecer la comunicación con algún autor, un tema, un título, y yá...
Amanecí tarde, pero a medida que corrieron las horas fui inundándome de reflexiones hasta plantearme si este nuevo día podría signicar vida nueva, como muchos repiten con tanto optimismo, convencionales como siempre... Y me respondo que definitivamente no. En el tiempo, nuestra vida es definitivamente una progresión de la existencia, que me hace confirmar lo que he pensado durante los últimos tiempos...
No es fácil vivir y alcanzar la comprensión elemental de la vida... No es por voluntad propia y la mayor disciplina en la autoexigencia como nos volvemos más conscientes y con ello más comprensivos acerca de lo que es la vida... Nuestra vida... No es sólo por los consejos, los ejemplos, los correctivos paternales y/o maternales como nos volvemos más capaces de vivir. Ni sólo por las lecturas, ni por lo que le ocurre a los demás, ni por la propia experiencia, ni sólo por la reflexión... Es por todo eso y mucho más...
La vida es muy compleja, imprevisible e inextricable... Además, no vivimos por y para nosotros. He ahí parte de lo complejo. Mucho de lo que somos y hacemos está pre-determinado o es el resultado de factores en confluencia que muchas veces desconocemos o están totalmente fuera de nuestro alcance para recomponer sus efectos o consecuencias...
Año Nuevo... ¿Vida nueva...? Definitivamente no. Y en ello esta la fascinación de vivir en un nuevo año: darle continuidad a todo aquello que más nos agrada y nos compensa; tener la posibilidad de aplicar los correctivos que nos permita hacer más llano y más propicio el camino de nuestra vida; ser intensos en todo cuanto nos ocupe, descubrir cada día de cuánto más somos capaces y generar todas las expectativas que puedan hacernos vivir una vida admirable en este inmenso mundo del que somos parte.
La vida es muy compleja y vamos entre muchos que nos rodean. Unos más próximos, otros más distantes. Familia, amigos, compañeros, vecinos... Todos hacen parte de nuestra vida. Por eso creo que debemos proponernos, hoy y siempre, saber compartir con tolerancia, comprensión y respeto. Los demás van a devolvernos lo mismo... Y como nadie es igual al otro, enriquezcámosnos con la riqueza de la diversidad. Al final del camino debemos estar seguros que cumplimos, según yo creo, con un juego de ecuaciones clave para una vida realizada: ser felices y hacer felices a los demás, siendo útiles siempre, de acuerdo a nuestras posibilidades, en la medida que somos seres conscientes y sensibles...
Quien no esté de acuerdo, que me lo diga...
jueves, 1 de enero de 2009
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