martes, 20 de enero de 2009

EL PRIMER NEGRO...

Por supuesto, dadas las inmensas expectativas suscitadas en el mundo entero, este día pasa a ser una fecha histórica dado el acontecimiento de la toma de posesión de Barak Obama como Presidente de los Estados Unidos de América... También por supuesto, unas buenas horas de la mañana y de la tarde me las pasé atento a la transmisión "en vivo" que CNN nos brindó desde Washington con la cobertura de las actividades programadas con ese motivo. Todo lo que ví y escuché me pareció muy interesante. "Interesante", en el estricto sentido del término. Ya sabemos que para muchos utilizar ese vocablo al referirse casi a cualquier cosa es la manera más evasiva y fácil de no decir nada. Cuando hay que expresar una opinión o en el mejor de los casos un razonamiento sustantivo acerca de algo, con decir "interesante" parece haberse satisfecho la mayor exigencia racional. Aclarada la acepción del término, así fue: me resultó sumamente interesante la experiencia del cambio de mando en los USA. No sólo por la novedad en el color del nuevo presidente -aspecto que parece exacerbar un poco la satisfacción y la algarabía de los multitudinarios seguidores de Obama-, sino porque todo parece indicar que las cosas también van a cambiar de color. No hay para dónde... Lo histórico de la fecha, pues, no sólo hay que sustentarlo en la diferencia de tez, y lo demás, entre el que llega y el que se va, sino en las circunstancias en las que ocurre la sucesión. Después de ocho años del "ilustre" tejano, saludablemente llega un conjunto de cruciales posibilidades para resolver la convulsa e impredecible realidad del mundo de hoy, con la garantía de este nuevo líder de la política norteamericana cuyo solo nombre implica significaciones muy particulares. En Barak Obama el mundo quiere encontrar algo así como un nuevo maná. Que cuanto problema haya en cualquier rincón del planeta se resuelva en paz, con prontitud y con agrado. Eso sería para todos lo mejor que nos pudiera ocurrir en este momento de la vida. Para no exagerar, bastaría con terminar las dos guerras que desangran a Irak y Afganistán, que palestinos e israelíes dejen de asesinar inocentes, que se levante el embargo a Cuba, que las economías nos dejen comer los tres tiempos de comida y que no perdamos el trabajo, ni nuestras casas, ni nuestros ahorros, y que a la hora de enfermarnos podamos encontrar un médico y una medicina, en lugar de descansar en paz.
Comprendo que el mundo encuentre un formidable asidero en ese hawaiano de perfiles tan extraordinarios. Pero apenas estamos en la euforia de los discursos y la distinción del protocolo. Mañana es el primer día de trabajo y la agenda política mundial está con titulares en rojo. En cuanto a nuestro rol de principal país centroamericano, por contar con las cifras mayores en analfabetismo, salvajismo político, corrupción, violencia, inseguridad, fumadores compulsivos, narcotráfico y número de diputados inútiles, no tenemos mucho de qué alegrarnos. Para los norteamericanos, apenas importamos por dos o tres cosas: el café, el puente de la droga y los mojados. Nuestra relación de dependencia es tal que la mismísima opinión presidencial ni se espera ni se escucha. La voz más calificada sobre Guatemala ante el gobierno norteamericano es su propia Embajada en nuestro país. No hace muchos años decir esto era como el visado inmediato para el otro mundo, pero nunca ha dejado de ser cierto. En tal sentido, veamos primero cómo le va a los europeos, a los países del medio oriente y hasta al mismo Chávez en Venezuela y de ahí nos preocupamos por nosotros. Mientras, por decir lo más proclive al misterio o a lo escandoloso que pueda ocurrir en Guatemala este año, miremos a dónde van a parar los casi cincuenta mil millones del presupuesto nacional, si es que logran financiarlo.
Retomando la idea del título de este ejercicio de redacción, no cabe duda que siempre habremos de dar con "el primer negro de nuestra vida. Tarde o temprano se habrá aparecido o no tardará en aparecer. Para muchos "gringos", de esos que tienen como cofradía al Ku Klux Klán, el día de hoy habrá sido esa fecha imborrable y aborrecible en la que "un negro", "el primer negro" con el que se han "topado" resulta ser su mismísimo Presidente. Para mí, en cambio, "el primer negro de mi vida", en este tropical país subdesarrollado desde el que me conecto con el mundo vía internet, fue un tipo más viejo y más feo que el estilizado Obama, que durante mi niñez vi recorrer las calles de mi Ilustre Ciudad Natal, cumpliendo con su honorable trabajo de servidor público. Ni limosina, ni honores, ni seguridad. Sus antepasados igualmente provendrían de algún rincón del África y parecía extraño entre tanto blanco y mestizo de por aquí. Muchos le guardaban distancia, no sólo por su color sino por su "modo": risueño, cordial, desinhibido. En pocas palabras, un tipo bueno, trabajador y simpático, pero negro, al fin...
Hoy no hubiera querido hablar de Barak Obama, pero la fecha se impuso. Hoy hubiera querido decir algo más sobre este negro que durante muchos años sólo ví al timón de la máquina que usaba la empresa de caminos para aplanar las rutas de terracería en áreas rurales. Pero nunca supe nada más de él. Hace un par de años, al conversar con el único artista negro que he visto con frecuencia en academias y galerías de arte, supe por ese hilo de la conversación que me llevó a las evocaciones de mi niñez, que su padre era ese negro de la máquina que menciono, el primer negro que ví en mi vida, de quien nunca he sabido nada más, del que aparte de su hijo no ha quedado ni huella, ni una sombra...

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