Una de las noticias más apremiantes de este año, cuyo primer tercio finaliza precisamente el día de hoy, ha sido la crítica situación crítica del cambio climático. La sustentación científica de noticias que nos llegan por todos los medios, todos los días y procedentes de todas partes, no puede sino convencernos que estamos ante una situación realmente grave, por mucho que las mañanas sigan siendo luminosas, como por la noche aparece la luna y los aires corren frescos, en tanto que las olas del mar continúan su sempiterno vaivén. La advertencia es unánime de parte de todas las instancias que obligadamente saben y deben comunicar al mundo acerca de los riesgos de perder el equilibrio de la naturaleza en sus complejos procesos en el orbe entero. Sin embargo, quién puede aceptar que existan resistencias de parte de poderosos sectores, particularmente económicos, que por sus complejos intereses se mantienen inflexibles para aceptar la gravedad de la situación, ya no digamos para contribuir en las acciones de emergencia que debieran ser emprendidas.
Nuestro planeta sigue pareciéndonos inmensamente grande y sus fenómenos sencillamente inmanejables. Y a pesar de lo vertiginoso del reporte permanente sobre lo que es noticia como consecuencia del cambio climático y sus estragos naturales y las víctimas humanas que ocasiona, pareciera que todo ocurre muy lejos y algo así como normal. Nos hemos vuelto en extremo consumistas de todo y por lo mismo, las noticias que nos llegan por cualquier medio de igual manera las tomamos, las digerimos y las evacuamos sin más, que ya vendrán otras. Hay una saturación en ese proceso consumista de la información, que no nos damos el tiempo necesario para la reflexión, la asimilación objetiva y la formulación de acciones y actitudes para actuar como debiera ser el actuar de todo ser humano: de manera inteligente y por lo mismo contundente, diligente y oportuna. Pero no... Mal acostumbrados históricamente como hemos llegado hasta hoy, la falta de prácticas conscientes de una buena vecindad, a medida que los hechos y las personas que padecen las consecuencias del cambio climático están más y más lejos de nosotros, somos más y más indiferentes y por lo mismo inconscientes, sin advertir que todo lo que ocurra en el planeta siempre tendrá incidencia en todos cuantos lo habitamos. Y si para ser más objetivos en la toma de conciencia debemos poner un ejemplo de las implicaciones recíprocas que todo beneficio y todo daño puede ocasionarnos a nosotros y a los demás, sepamos bien que nosotros somos el otro de los demás y un buen día también seremos noticia nefasta al otro lado del mundo, cuando aquí se padezcan las consecuencias nefastas del cambio climático y entonces en ese otro lado del mundo pueden actuar con la indiferencia y la inconciencia con que nosotros actuamos cuando a los otros les ocurre algo. Qué triste sería sentirnos ignorados. Por eso, qué bueno pensar que debemos ser responsables con los demás cuando algo les ocurra. Pero, siendo conscientes y por lo mismo obligados a tomar actitudes y acciones preventivas, qué mejor que saber qué hacer cuando las tragedias no ocurran aisladas sino se vuelvan universalmente devastadoras como ya se advierte que avanzan.
Nunca olvido esa película de hace buenos años titulada "Apocalipsis yá...", con la heróica actuación casi en solitario de Mel Gibson, cuando iba sobre la faz de la tierra navegando entre muy pocos habitantes ensalvajados por las penurias, ya que el descongelamiento de los polos, por efectos de drásticos cambios del clima, había inundado toda la geografía y las condiciones de sobrevivencia eran mortíferas. En los años que estuvo en cartelera oí decir a muchos que era una ficción exagerada. Yo mismo, lo confieso con total franqueza, también pensé que el asunto había sido llevado a extremos. Pero hoy, con todo lo que se ve que ocurre y resulta incontenible, dada la magnitud de los fenómenos terrestres, no me cabe la menor duda que estamos en camino acelerado hacia el colapso más descomunal que podamos imaginar.
Sin duda, ya que la historia de la evolución de nuestro planeta se registra por periodos descomunales, miles de años, millones de años, miles de millones de años, muchos suponen que esos fenómenos también van a ir ocurriendo de manera muy distante y en periodos muy elongados. Pero no, no y no... El deterioro de los sistemas del equilibrio terrestre está ya en un acelerado proceso, tan fatal, que de no tomarse medidas extremas y más que urgentes, quizá no nuestra generación sino de la que sigue en adelante, van a parar igual que el personaje de Mel Gibson, defendiendo a muerte una maceta con una planta de tomates o unas botellas de agua pura...
Quién sabe si con el correr de los siglos pueda darse credibilidad a testimonios que pudieran haber quedado acerca de lo que en "aquellos remotos tiempos del Siglo XXI" era el esplendor de la naturaleza, con la infinidad de especies vegetales y animales, así como el bienestar de la especie humana que había alcanzado, con el dominio de la energía y con un extraordinario desarrollo de la ciencia y la aplicación tecnológica, un bienestar como nunca antes había alcanzado a disfrutar el hombre (... y las mujeres..., por supuesto...).
Por eso yo, a lo largo de mi existencia, siempre he guardado una íntima relación con la naturaleza en todas sus posibilidades. Siempre he dedicado tiempo, atención e instancias de disfrute con animales y plantas, accidentes geográficos y todo lo que sea manifestación de materias y fluidos: tierra, agua, fuego, aire... Desde las sociedades más antiguas se nos habla la existencia de esos elementos básicos de los que depende la vida en el planeta. Siempre y cuando guarden el debido equilibrio y no haya nada, menos la acción humana irresponsable, que los altere y con ello provoque destrucción y desarrollo, que debiera ser siempre la búsqueda y realización del ser humano.
Si hay algo en la naturaleza que me arroba y me sublima, eso es el clima y los encantos en sus variantes a lo largo del año. En Guatemala, por la posición geográfica en las coordenadas de latitud y altitud, no reconocemos con diferencias tan marcadas el paso de las estaciones. Pero sí es perceptible la variación del clima, hasta con ciertos extremos, culpa una vez más del cambio climático. Porque lo que hoy son drásticos contrastes, a veces con retrasos y a veces con adelantos, hace décadas eran rutinas previsibles. De veras disfrutábamos los encantos del clima. A la época calurosa seguía la de las lluvias y a estas la del frío. Y así nos íbamos año con año. Y, como se ve, no hago referencia a las caídas de las hojas, para remarcar una época otoñal, pues en Guatemala esta época que en otras latitudes es muy marcada, aquí apenas se advierte con una que otra planta que se deshoja y marchita, ya que son muy pocas las especies vegetales que acusan esa transformación. En otras palabras, casi no hay plantas que por el cambio del clima sean susceptibles de "experimentar" esos cambios.
Los encantos del clima: el calor por el calor, el frío por el frío y las lluvias por las lluvias. Sin más... Cada época con sus peculiaridades marcadas y hasta determinadas por las condiciones del clima: a los tipos de cultivo corresponde el tipo de comida; a las condiciones del clima y el lugar que se habite, el tipo de ropa y con ello la moda de época; según la región que se habite, así las costumbres y tradiciones...
Qué tiempos aquellos para solazarnos con las excursiones al campo... en los días interminables de las vacaciones de fin de año..., viendo cómo crecían las milpas y cómo florecían los cafetales... Octubre a enero... Qué vivencias las de los días de lluvia, cuando los patios de nuestras casas se anegaban y crecían por doquier los musgos y los montes, y las paredes vetustas se revestían de salitres y mohos... Qué lejos nos parecen las excursiones a ríos y playas, vestidos con ingenuidad, sin exigencias de moda alguna, para asolearnos y jugar con las aguas saludables, comiendo frutas y platos regionales, sin temor a contaminaciones de ningún tipo...
Pese a los horizontes nublados por el cambio climático, debemos actuar y rescatarnos a la tragedia. Debemos garantizar el gozo de la existencia y estar aptos para beneficiarnos lo que la naturaleza nos ha legado luego de millones de años en un permanente proceso de depuración y acomodo. Así que a proteger lo que siendo nuestro es como nuestra condición ventral -de vientre, ese lugar donde fuimos concebidos y destinados a engrandecer lo que es y existe...)A proteger la naturalez y garantizar que hoy y siempre, nosotros y los que vendrán, tengan la oportunidad entre tanto, a disfrutar los encantos del clima, que fueran creados y dispuestos para el goce de los humanos...
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jueves, 30 de abril de 2009
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