No acostumbro, como muchos hacen al final de cada día, realizar una especie de recuento sobre el acontecer de la jornada, con el afán de precisar una especie de evaluación que permita advertir lo más objetivamente posible cuánto nos dejó de beneficio ese otro día más que logramos vivir. No lo acostumbro, por varias razones: una, porque hasta el final de cada día, sea la hora que sea, no dejo de estar haciendo algo y así, cuando logro reposar en mi cama y ya sobre la almohada, el cansancio y el desvelo me conducen directamente al sueño; otra razón, porque estoy más que persuadido que todos los días son tan diferentes ante las circunstancias que los determinan, que el grado de satisfacción y por lo mismo el reporte significativo de logros acumulados ante las expectativas planteadas son a veces tan limitados, que no cabe ni el arrepentimiento ni la lamentación porque un día haya sido peor o mejor que otro. La vida es así: no siempre se gana o se logra lo que uno más quiere. Y una tercera razón: la vida es una sucesión de instancias y un cúmulo de vivencias sujetas a condiciones y circunstancias tan imprevisibles, y de resultados con efectos tan subjetivos, que un hecho positivo no nos causa la misma satisfacción en dos días diferentes. Nuestras percepciones, nuestra sensibilidad y nuestro grado de conciencia por lo que nos ocurre a nosotros mismos no es igual ni entre dos días diferentes ni en las diferentes horas de un mismo día.MMM
Por eso no debemos asegurar categóricamente ni confirmar como algo invariable lo que está sujeto a la veleidad misma de nuestra naturaleza. Ayer nos conmovió algo que ahora nos resulta insulso, y mañana nos sorprenderá algo que hoy es irrelevante. O, para variar el enfoque, lo que algo le parece a una persona gustoso y atractivo, para otra no será motivo de ninguna atención.
Y si todo en la vida es tan imprevisible y tan relativo, cuánto más puede resultar la edad, como resultado acumulativo de años vividos. Cuándo se deja de ser niño; cuándo se alcanza la vida consciente; quién es más sensible y cómo se evidencia; en qué consiste la adultez; a qué edad se deja de ser joven; cuántos años de vida representan la suficiencia de la experiencia; quién puede precisar la ecuación justa entre calidad y cantidad de años vividos; qué de la existencia vale sacrificar a cambio de vivir la mayor cantidad de años que sea posible; quién puede asegurar si vale la pena vivir mucho o vivir poco... Tantos planteamientos, y pensar que nadie puede asegurar cuánto va a vivir y en qué condiciones y circunstancias, como para suponer el gozo de la vida o una insufrible lamentación...
Son muy pocas las personas que confiensan su edad, si vale la pena ser sinceros en ese tema. Son muchas las personas que se afanan por mejor el aspecto físico y sus manifestaciones, a cambio de aparentar menos años, si bien hay momentos y aspectos que el deterioro de la naturaleza humana se hace evidente, hasta por el contraste entre lo que se trata de aparentar y lo que no se puede ocultar. Ese autoengaño, ¿no será ?
miércoles, 6 de mayo de 2009
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