La experiencia de la vida es densa hasta para el ser humano más marginal e ignorado que exista. Y en esa densidad todo resulta imprevisible, desbordante o arriesgada. De lo gozoso y trascendental ni me preocupo. Eso es ganancia y muchas veces lo gozoso es fugaz, así como lo trascendental es un tanto abstracto. Los años dejan su huella en el ejercicio consciente y en el sentimental, así como en lo meramente físico de nuestro cuerpo, con sus canas, sus arrugas, sus agobios y sus achaques, hasta la consumación definitiva.
Pero esa experiencia de vida no sería tan arriesgada si no fuera porque, inevitable y contradictoriamente, depende en gran medida de la interacción con otros seres humanos que tienen su propia genética y con ello una visión del mundo y una dinámica en su actuar que no escapa -nadie se escapa-, a sus propias limitaciones y a sus propias imperfecciones. Todo ser humano, desde que nace, está sujeto a la sobrevivencia. En todo sentido. A la sobrevivencia en lo que respecta al mejor funcionamiento de sus capacidades fisiológicas o a las mejores capacidades de defensa bioquímica en cuanto a la acometida de virus, bacterias y demás asechanzas que atentan contra la salud fisica. Asimismo a la sobrevivencia ante los daños sociales que se derivan de la misma convivencia humana. Hay seres perniciosos. Maledicentes. Agresivos. Ofensivos. Difamantes. Seres que por las lamentables condiciones en que nacieron y fueron criados, sus capacidades benéficas han quedado vulneradas o rebasadas por actitudes destructivas que no dejan de ser autodestructivas. Aunque no todos lo sabemos, sí es muy cierto que toda acción negativa que una persona genere, tarde o temprano se revierte sobre quien la genera.
Muchos podrían repetir con un sentido positivo y edificante, como tantas veces se ha dicho, que nada costaría sostener una sana convivencia entre los seres humanos. Que cada persona pudiera ejercer sus mejores capacidades de ser buenos y hacer el bien. Dicho así, siguiendo los postulados del pensamiento a través de la historia de la humanidad, nadie dudaría que a estas alturas de la existencia humana todos los seres humanos seríamos casi perfectos. Pero no es así. Lamentablemente no es así. Por qué? Por qué los seres humanos seguimos actuando mal, no sólo en contra de nosotros mismos sino de los demás? Esto ha sido motivo de muchísimas reflexiones y quizá la respuesta no se reduzca con la simpleza con la que se suele concluir: es que los seres humanos somos imperfectos y nunca llegaremos a ser perfectos... Digo que esto es una simpleza y por lo mismo resulta inaceptable. Tal vez se deba a que no disponemos del contexto suficientemente persuasivo y conscientizador que nos demuestre que todas las personas somos capaces de actuar bien, dado que a pesar de nuestra naturaleza imperfecta podemos discernir adecuadamente y por lo mismo hacer acopio de lo mejor que poseemos y ponerlo en funcionamiento con nosotros mismos y con los demás.
Todo grupo social, como escenario de la convivencia, ofrece posibilidades de actuar positivamente o no. Es cuestión que cada quién, según el nivel consciente que ostente, puede poner en ejercicio. Pero hagamos de caso que en el mejor de los escenarios esto falle y origine problemas entre unos y otros. Será que esto ocurre porque nuestra naturaleza es imperfecta y por lo mismo siempre corremos el riesgo de equivocarnos? Creo que no... Entre personas conscientes, los procesos son más complejos y pese a ello, podemos suponer que estas personas pueden resolver los equívocos. Entonces, pese a esa consciencia y buena disposición de actuar bien, por qué habría de haber problemas entre personas a veces por aparentes incompatibilidades o simples naderías como acostumbramos decir...? Creo que por algo que por pura experiencia me parece muy sencillo y sin embargo de graves repercusiones: por irresponsabilidad. No puedo llamar de otra manera a la actitud de personas que provocan problemas innecesarios, cuando no se toman el cuidado de objetivar hasta donde la responsabilidad obliga por qué alguien actúa de una u otra manera; por qué le ocurrió esto o aquello; por qué actúa así o asá. Uno de los motivos por los que ocurren problemas entre las personas, es la irresponsabilidad con la que alguien se atreve a juzgar los actos de otro. Sin ser suficientemente objetivos como para interpretar los hechos que se conocen de alguien. Hay una debilidad humana que se vuelve motivo de graves problemas en las personas irresponsables: la falsa percepción o la percepción equivocada de lo que a alguien le ocurre, sobre lo que atrevida e irresponsablemente se emite opinión. Y si ya esto es motivo de una falta de respeto por la persona de quien se habla, ya no digamos el daño que se causa cuando de manera asimismo irresponsable el que comenta descarga sin autocontrol alguno sus propios resentimientos, sus frustraciones sus envidias y sus iras escondidas en las partes oscuras de su inconsciencia. Por eso, al considerarnos seres conscientes y por lo mismo obligados a actuar con responsabilidad, alguien no puede atreverse a opinar de otra persona sin estar seguro que la información que tiene de esa persona, de sus actos y de sus por qués, son objetivos como para atreverse a afirmar lo que sea sobre esa persona.
En esto, ya para terminar con la reflexión, hay que tomar también en cuenta si lo que alguien pueda decir de otra persona, por malo o malintencionado que sea, aparte de basarse en percepciones o informaciones equivocadas, está bien que lo diga esa persona. Se respeta y siempre debe respetarse, que toda persona emita opinión sobre lo que le plazca, por equivocado o destructivo que ello resulte. Pero: será que esa persona que discrepa, critica, censura, denuncia, o lo que sea, tiene la solvencia para hacerlo? Será que esa persona es tan perfecta y libre de motivos para que se discrepe, critique, censure, denuncie o lo que sea que merezca, como para se atreva a emitir juicios y condenas contra alguien que lo más probable no conozca suficiente y quizá tenga roles más positivos que ese que resentidamente se atreve a ser juez o difamador de quien pueda superarle en acciones positivas y meritorias?
Esto es una cuestión de conciencia. Ya se ha dicho sinfín de veces que la persona que esté libre de pecado que lance la primera piedra... Pero, ojo: peor si al juzgar a otro, como he dicho antes, hay falsas percepciones, informaciones equivocadas, enfoques deliberadamente negativos y simplemente pura mala fe.
De esos seres que en lugar de construir destruyen, hay muchos como ejemplo de la imperfección humana y de lo que el ser humano puede actuar con intenciones dañinas cuando en lugar de apelar a lo bueno que posee ejercita lo malo que le queda.
jueves, 18 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario