Son incontables los instantes de la vida, pero van sumando de manera incontenible horas, días, semanas y meses... Al cabo del tiempo hablamos de años, y de todo cuanto vivimos nuestra memoria apenas conserva algunos momentos felices y, sin poder evitarlo, situaciones difíciles y dolorosas. Con la expresión "La vida es así...", tratamos de convencernos que hemos tenido la existencia que el "destino" quiso depararnos y muy pocas veces volvemos los ojos atrás para apreciar aquellos logros y satisfacciones que, si bien rebasados por el tiempo, fueron determinantes para el desarrollo de nuestra vida.
Pienso en este momento qué pudo haber sido sumamente significativo en mi vida de niño, etapa que ha quedado varias décadas atrás, y de nuevo reconozco la grandeza de esos días de ejercicio intenso que me llevaron a aprender lo que de manera tan simple decimos "mis primeras letras...". Tan simple y tan poco valorizada. Tan sencilla para muchos, quizá, pero tan determinante. No puedo decir que recuerde imágenes precisas de esa enseñanza. Tampoco conservo, qué lástima, cuadernos con mis ejercicios iniciales. Pero me resulta intacta y vivaz la imagen de esa mujer que con su paciencia y su mística pudo hacerme cumplir los trazos de esos símbolos que unidos unos a otros contenían conceptos e ideas. Bien recuerdo a esa mujer modesta y de semblante sereno, en el gozo de lo simpático y en la reprimenda necesaria, que nos hacía recorrer línea a línea pequeños encadenamientos de esas letras que comenzaban con un "ma, me, mi, mo, mu..." y seguían con un "ta, te, ti, to, tu..." hasta el aburrimiento al principio, pero después, con el paso del tiempo, a la lectura de pequeños textos que cada vez fueron más largos y más densos, hasta hacerme amar y dedicarme a la literatura, como una de las máximas expresiones de la grandeza creativa del ser humano.
Esa mujer vive muy cerca de nosotros. Lúcida y magistral en su orientación siempre generosa. Ausente de sus ojos la capacidad de ver, pero firme y satisfecha por la labor cumplida. Cuántos de nosotros llegaremos a tener sus 95 años, plenamente conciente de lo que significa ser educador y saber que desde sus primeros tiempos de magisterio tuvo a su cargo la enseñanza de niños que como yo ahora nos resulta tan "natural y práctico" el manejo del abecedario para leer y comprender, pensar y escribir nuestras ideas... Yo sigo viviendo el asombro de ese milagro de la inteligencia, que sin la guí de un educador auténtico sería imposible lograr. Menos llevarlo a la experiencia deplenitud como me llevó a mí esa mujer por la que siempre he guardado devoción y gratitud. Quienes no la conocen deben saber su nombre: PIEDAD DE JUÁREZ. La legendaria Seño Pía que me acogió en ese Primer Grado de Primaria en el Liceo Antigüeño, a quien recurro con el más humilde reconocimiento por lo que supo darme: "Mis primeras letras...", esas que me han hecho llegar a los monumentos de la literatura nacional y universal. Cómo hubiera podido saber de Cervantes, Hesse, Verne, Asturias, Proust, Quevedo, Landívar, Machado, Darío, Platón, Cardoza, Dumas, Dante, Batres Montúfar, Shakespeare, Azorín, Gómez Carrillo, Neruda, Benedetti, Balzac, Nietzche, Lovecraft, Homero, Baroja, Cortázar, Milla y tantos más...
Y pensar que al día de hoy muchos no saben leer y muchos tampoco recuerdan o no quieren recordar agradecidos a ese Maestro o Maestra que les enseñó esas joyas que fueron y siempre serán "Mis primeras letras..."
jueves, 4 de junio de 2009
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1 comentario:
Mi nombre es Zulay Meneses Palomo de Diaz, Hija de Augusto Meneses y Marta Palomo. Estoy casada con Rodolfo Diaz Ruiz, hijo de Neto Diaz y Maruca Ruiz.
Quiero decirle que conocí y quise mucho a su abuelito Don Pancho y a su papá don Arturo y desde hoy va a estar en mis oraciones noche a noche.
"Dios es grande y el lo ama".
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