Sin duda, la vida es un constante viaje... Un recorrido permanente... Un ir y venir sin conciencia del inicio ni conciencia del final... Siempre vamos... A veces solos, a veces consolados, a veces abrumadoramente acompañados. En todo caso es nuestra profunda soledad la que nos conduce. Pocos pretendemos saber la ruta o al menos pretendemos encontrarla... Casi siempre el resto no tiene más idea que el destino, por inescrutable que resulte, pero no importa. Siempre creen que los resultados no son más que la evidencia de la predestinación...
Dos días llevo ambulando en esta instancia de la vida colombiana y todavía no sé si vivo o muero. Si vivir es agotar el tiempo o estar conciente que vivir la vida como la vivo es una manera de morir como mejor quisiera... Voy de tropiezo en tropiezo... Dándome cabezazos en cada esquina, en cada puerta, en cada rostro, con la luz, con el tiempo, con el fragor de las multitudes, con el mar, con el horizonte...
Dos días que me parecen una ilusión hecha realidad o una realidad que parece un sueño merecido, a fuerzas de dominar todas aquellas adversidades que por poco me impiden estar aquí, en esta instancia colombiana que me hace alucinar a cada instante, que me lleva al desconcierto con su caleidoscopio de imágenes y sensaciones. Qué de rostros múltiples he debido repasar minuto a minuto para comprender por qué es como es este universo de seres ignorados hasta hace dos días. Qué manera de mantener despabilados mis diez sentidos para no derrumbarme agónico ante lo que es verdad absoluta y es belleza pura...
Repaso el almanaque, recuento los días que aún me faltan de este viaje y me consuelo al saber que a cada momento se acerca, aún sea tan lentamente como parece, el instante en que debo volver a mi realidad de siempre. Estoy tan seguro que aquí yo no podría vivir jamás de manera condenadamente permanente. Porque tendría que acortar mi vida ante la amenenaza insidiosa de ese absoluto y esa pureza que es la el espejismo de esa vida cotidiana.
Ya me cansé de preguntarme si es cierto lo que aparento escuchar. Si es verdad lo que me parece ver. Si es verdad lo que siento... Me agota y me desespera esta vida del universo cartagenero. Por ahí voy con mis angustias y mis quejas, y no puedo sino asombrarme que en contraste con la gente que se asoma a mi ser, todos parecen encontrarse cómodos, francos y resueltos, en un querer estar cómodos y cándidos. Es que es tal esta densidad de horas bajo la luz y sin la luz, que desde que amanece hasta que se agota la noche, el ánimo s solo sabe sonar todas las posibilidades de sus notas en una onda que va de lo lánquido a la estridencia. Así estoy y así me siento...
Pienso, luego existo... Qué lejos está Descartes de este universo cartagenero, como yo habría estado siempre si no me hubiera resuelto a hacer este viaje al rincón del universo más vibrante y más desconcertante que he vivido en mi vida... Que lo sepan de una vez los conformistas, los tranquilos, los quitados de penas, los que creen que la vida mientras más simple y sencilla es mejor. Si quieren vivir el paraíso terrenal, vénganse a Cartagena de Indias y comprenderán lo que es vivir un sueño hecho realidad. Temo ser muy abstracto, pero debo salvaguardar mi vida para no condenarme antes de tiempo. Vénganse y verán que este universo los llevará a constatar que los imposibles existen: sorpresa inagotable, sabores y aromas que uno no sabe de dónde vienen ni a dónde van, formas y figuras para abrumar el consciente, el inconsciente y el superyo universal, la emoción desbordada y la emoción contenida y reprimida...
Cartagena de indias le ha dado sentido a los conceptos que me hacía falta comprender. En mi función eminentemente analítica, no hay momento del día que no ponga a prueba mi capacidad de comprender con la mayor intensidad el pensamiento de los escritores que se han dado cita en el Hay Festival y, de paso, la apreciación estética por el caminar ocioso de las turistas y las vernáculas, por lo que dejan ver con sus modas livianas y aireadas bajo el sol que impide ser más intensos con la mirada, con la sabiduría del cuidado de su naturaleza expuesta con tan delicada provocación.
Hace tiempo no volvía a repasar las páginas de un diccionario de conceptos que permiten comprender mejor el mundo en que vivimos. Cartagena de Indias me ha llevado por la academia para revisar algunos de esos conceptos: lo febril, la voluptuosidad, lo excitante, la provocación pecaminosa, la exclamación contenida, la hermosura, la intensidad, la seducción, el garbo, el lujo, el glamour, la vanidad, lo fortivo, lo espontáneo, lo recatado, la lujuria, lo libidinoso, la prudencia y la frustración...
Conceptos, ideas, pensamientos, términos que me permiten construir y resumir una dimensión atrevidamente literaria de esta Cartagena de Indias. Termino, porque si quisiera revisar este texto quizá escribiría un testimonio inconfidente cambiaría mi domicilio por esta residencia ideal...
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