Este día tuve dos experiencias paradójicas o contradictorias relacionadas con el libro y con personalidades dedicadas a la promoción y mercado del libro. Tan opuestos en todo sentido fueron ambos casos, que uno significa el fin y otro el inicio de esfuerzos impulsados por guatemaltecos para dignificar a nuestro país en ambos ámbitos que tienen como denominador común el desarollo cultural y el desarrollo empresarial.
Ambulaba por una de tantas calles de la actual capital a la búsqueda de los más populares periódicos del día, cuando me vi frente a un hombre de pequeña estatura, sonriente y con ánimo ded hablarme. Su semblante me pareció familiar y no tardé mucho en reconocer a ese cordial empleado que durante muchos años nos brindó sus atenciones en la emblemática Librería de Tuncho Granados. Le ví con su sonrisa peculiar y al instante me pareció muy grato el encuentro. Le hice dos preguntas básicas para establecer la historia y geografía de sus últimos años, en los que le perdí de vista cuando dicha librería desocupó su local en un edificio paralelo a la Avenida La Reforma, en la Zona 9.
A la primera pregunta me dijo que seguía como colaborador de Víctor Hugo Granados, propietario de la librería que menciono, y a la segunda pregunta me contó muy confidente que Víctor Hugo se encuentra bien, pese a sus años, pero que su esposa está mal, precisamente por los años que ya tiene.
De esta primera experiencia que quiero referir me quedó un sentimiento de pena muy pero muy hondo. Me enteré que de esa famosa librería Tuncho Granados, fundada y dirigida por Tuncho Granados, al día de hoy no queda literalmente nada. No recuerdo cuántos años hace que se inició, pero no creo estar equivocada que cuando murió "Don Tuncho" -no lo traté y por lo mismo supongo el tratamiento "respetuoso"-, fue su hermano Víctor Hugo continuó al frente del negocio, no sé si como heredero,condueño o por haberla comprado. Lo cierto es que le dio continuidad por muchos años a esta que había sido la mejor librería de su época, con largos años de servir con gran categoría y eficiencia al abastecimiento de las novedades literarias publicadas dentro y fuera de Guatemala. No recuerdo desde cuándo tuve ocasión de iniciar mis visitas para ir comprando uno que otro libro, pero aún quedan en la primera página de las obras que aún conservo, los precios espectacularmente bajos de la época. Es bien sabido que hace veinte o treinta los libros costaban muy pocos quetzales, pero la equivalencia de la moneda nacional respecto a los patrones internacionales, especialmente los estadounidenses, era más sólida y hasta equivalente de uno a uno, por ejemplo respecto al dólar gringo.
Me enteré con mucha pena que de los libros que quedaron luego de cerrar tan famosa librería hoy no queda nada. Nada. Ni uno. Todos fueron donados poco a poco por Víctor Hugo a bibliotecas públicas. Y no queda nada. Contuve el comentario, pero creo que con la lucidez que siempre he admirado en él, puedo suponer que piensa que el final de su vida se aproxima. El suyo y el de su esposa. Él cuenta con 87 años y ella con 83.
Triste. Uno nunca se atreve a especular que un negocio próspero pueda claudicar un día. Menos podríamos vaticinar el colapso tan lánguido y silencioso como este para una librería tan admirable y exitosa, que perduró muchos años con gran prestigio. No hace falta imaginar la incalculable nómina de personalidades que cruzaron sus puertas a la búsqueda de las novedades literarias y publicaciones especializadas de entonces. Yo me incorporé como comprador asíduo en mis primeros años universitarios y desde entonces nunca dejé de llegar. Fui ausentándome cada vez más cuando se suspendieron las compras nuevas y comenzaron las liquidaciones de existencias. Veía a Victor Hugo cada vez más solitario y deprimido. Él que era un gran conversador, poco a poco fue perdiendo el aliento, hasta que pasaban semanas y hasta meses sin volverlo a ver por la librería. Sólo su fiel asistente cumplía con atendernos, siempre con esa sonrisa que nunca le ha abandonado. Tal lo ví hoy al comentarme las noticias del final de la Librería de Tuncho Granados.
La segunda experiencia que resultó paradójica respecto a este primer caso, es que en pocos minutos, conforme me había propuesto, realicé la primera visita del año nuevo a la Librería Sophos... En su sede de ese ambicioso proyecto arquitectónico de estilo "mediterráneo" que es Plaza Fontabella en la Zona 10. Qué contraste. Frente al triste recuerdo de la extinta Librería de Tuncho Granados, en Sophos todo es elegancia, abundancia, novedad y gozo... Diez años después que Marilyn Pennington se aventuró a poner sus estanterías con libros en un local del pequeño centro comercial que se encuentra esquina con esquina frente al Hotel Camino Real, este salto es de un valor cualitativo impresionante. Todo un acontecimiento en el diseño de los espacios y el moblaje para la ubicación de los libros, las secciones de especialidades, la atención del público, las lugares lde lectura, así como las áreas de oficina, servicios administrativos, el salón de actividades y el restaurante y su respectiva cocina, que corresponde con gran exquisitez al paladar, lo que los libros nos brindan al intelecto y a nuestras emociones de lectores.
Sophos se ha constituido, para orgullo de los guatemaltecos, en la primera librería en su género más importante de Centroamérica y de muchos países más de Latinoamérica. Sin arrogancia, nos consta... Sin duda esta nueva etapa ha sido un gran esfuerzo en todo sentido. Ahora figura Philippe Hunziker, hijo de Marilyn, como Director y por ello ha disfrutado de varias entrevistas en las más importantes secciones de la prensa escrita. El esfuerzo es familiar, ya que su hermana tiene a su cargo nada menos que las exigencias del restaurante. Bajo la tulela abnegada y discreta de Marilyn, que bien puede sentirse muy orgullosa del resultado de tantos años de dedicación y fe en su iniciativa.
Yo me siento muy orgulloso de haber sido de los primeros compradores de hace diez años. Puedo decir que hubo muchas personas que no auguraban nada promisorio a la librería. Me decían lo que muchos siguen repitiendo: que en Guatemala, como "nadie" lee, no esa librería no va a tardar mucho. Me alegra haber sido fiel hasta el día de hoy y dar fe de lo que ha sido un proceso en constante evolución.
El día de hoy que estuve en Sophos, luego de comprarme un par de libros, buscando las gradas para bajar al sótano para llegar a mi carro, sorprendí a Philipe en una esquina aislada del complejo de Fontabella, sentado en una pequeña banca de hierro, con un par de libros en las manos. Me agradó mucho viéndole leer plácidamente, en un pequeño paréntesis de las jornadas que le tocan al frente de Sophos, que no sólo vende libros sino en su labor de promoción es hoy el más importante espacio de difusión editorial en Guatemala. De la producción nacional e internacional. Tuve el gusto de darle un gran abrazo como saludo del nuevo año, de felicitarle por lo qua ha logrado al momento y de desearle lo mejor, siempre. Es muy joven y la tarea es enorme y larga. Conociéndole como lo conozco, ya que pude advertir cómo hace años se incorporaba poco a poco a compartir la carga con su mamá, sé que tiene toda la capacidad de alcanzar una carrera muy brillante ante el mundo.
Qué día el de hoy... Una librería muere y otra promete tanto... Pesar y satisfacción en un mismo tema. Pero la vida es así. Todo tiene su lado A y su lado B...
martes, 6 de enero de 2009
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